La prueba de Bauer-Kirby, ha sido aceptada como la técnica estándar para la realización de las pruebas de sensibilidad por difusión con discos, y en la mayoría de los casos brinda información útil. Hay, sin embargo, unas pocas limitaciones distintivas. La prueba sólo debiera aplicarse a especies bacterianas que han sido cuidadosamente evaluadas. Las bacterias que crecen con lentitud, las que necesitan nutrientes especiales, o las que requieren CO2 o condiciones anaerobias para su desarrollo no deben probarse, a menos que la validez del procedimiento haya sido comprobada.
Un método que utiliza una combinación de las dos técnicas descritas es la prueba, que se basa en que una tira de papel impregnada con un antibiótico que se difunde contra el gradiente de concentración en el medio bacteriano inoculado, de manera muy similar a lo que ocurre en la técnica de difusión en disco, sin embargo, en vez de medirse el diámetro del disco, la zona de inhibición es elíptica y cruza la tira en los valores de la concentración inhibitoria mínima. Esta técnica no evita que eventuales problemas con los medios de cultivo o con la velocidad de crecimiento, pero mejora la posibilidad de correlacionar la anchura de la franja o zona, con la concentración inhibitoria mínima.
Existen otras pruebas muy especializadas que se pueden llevar a cabo en muchos laboratorios, como son la de identificación de los mecanismos de resistencia a los antibióticos por medio de métodos bioquímicos para inactivar enzimas, como la b -lactamasa y la cloranfenicol acetiltransferasa.1 o por sondas genéticas, para la identificación de DNA que codifican la resistencia, como las enzimas inactivadoras de aminoglucosidos. Por desgracia aunque estos métodos son muy satisfactorios para identificar microorganismos resistentes, no lo son en absoluto para medir su susceptibilidad.